Ha tenido que venir alguien desde el
exterior para plantear en voz alta algo que ronda entre bastidores desde el
principio de este vodevil en el que se ha convertido la estrategia de presión
de los independentistas catalanes para avanzar en su deseo de poder constituir
su republica. Y que quede claro que no rebajo a tal definición de
comedia popular a la reivindicación en sí, que muy respetable me parece por
poco que coincida en ella, sino al teatrillo que día a día se va montando como
si de un juego de estrategias de salón se tratara.
Yo creo que la profesora Marlene Wind
directora del Centro de Política Europea de Copenhague dio en el clavo cuando,
después de aclararle al señor Puigdemond que, según sus estudios, España es el
país más descentralizado de Europa, y de dejar claro que Catalunya era la
región más rica de España, le preguntó si
la causa de tanta ansia
independentista no tendría que ver con buscar la separación “de los
pobres”, de las regiones españolas que tienen menor renta per cápita y por
tanto están necesitadas de la ayuda de las que más tienen.
Hace ya muchos meses un amigo me decía “Si quieren irse que se vayan”. Le
comenté mi reflexión de que económicamente era muy complicado desmembrar el
país separando las regiones más ricas. Y es que siempre me ha parecido que la
principal razón para hacer Patria, el más necesario de sus aglutinadores era el
desarrollo y la profundización en el sentido de la solidaridad.
Me parece a mí que la profesora Wind nos
sitúa ante una nueva perspectiva del debate. Por un lado, no creo que sean las argumentaciones
históricas ni el sentido abstracto de unidad patria razones con fuerza
ideológica suficiente como para posicionarse en contra de los deseos de
independencia. Pero entiendo que tampoco es de recibo, desde el punto de vista de
la honestidad social, el que una parte de España, la más rica, pueda plantearse
lisa y llanamente irse por su cuenta y decir al resto ¡ahí os quedáis con vuestras miserias, que nosotros, como somos más
ricos, viviremos mejor sin vosotros!.
Planteada así la cuestión el “España
nos roba” necesitaría la
traducción inmediata a “España nos cuesta”. Asumiendo por
ambos lados que este si puede ser un axioma más objetivo y real y, por tanto, a
partir de ahí valorar cuál es el nivel de solidaridad que el resto del Estado
necesita de Catalunya y dónde están los límites que un gobierno de la
Generalidad quiere poner a esa necesidad solidaria. Con la reivindicación del
deseo de conseguir la independencia, la segunda parte queda muy clara:
Solidaridad cero.
Esencialmente por esto la posición de las
personas independentistas identificadas con pensamientos ideológicos de izquierda
se entiende aún menos. Priorizar el status elitista de la riqueza catalana por
encima de situaciones de mayor necesidad de las clases trabajadoras del resto
del país parece no corresponder al sentido de la solidaridad que a tales
pensamientos se le atribuye.
El sistema de pensiones, el de la
seguridad social, las prestaciones por desempleo y otras contingencias, son
ejemplos claros de aplicaciones del sistema de solidaridad interna de un país
occidental. Ejemplos que, en estos momentos no viven sus mejores circunstancias
para quienes están muy lejos de cubrir esas necesidades con servicios privados,
pero que podrían empeorar aún mucho más si las aportaciones de las rentas per
capitas más altas desaparecen.
Y si se llegase a consumar esa
separación ¿qué tendrían que decir aquellos catalanes que desde su organización
política o sindical se les llena la boca de presumir de trabajar para mejorar
las condiciones de los más necesitados?.
Para una ideología que debiera presumir
de internacionalista se comprendería la reivindicación de ampliar cada vez más
los ámbitos de esa reivindicación. Esto parece complicado en estos momentos,
pero que menos que desear que, al menos, no se restrinja, que no se recorte el
espacio del reparto de la riqueza proveniente de los que más tienen y dirigida a
los que menos.
Mucho me temo que a veces, nuestra frustración,
ante el baldío esfuerzo de que mejoren las cosas que van mal, nos lleva
injustamente a mensajes parecidos a ese tristemente popular al otro lado del
Atántico, “American First”.
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