Una idea anda suelta
por
los pasillos
del
templo que las almacena
pidiendo
socorro
para
buscar su espacio
lejos
del silencio que las condena
…/…
Cuándo se va por
primera vez a un Congreso clásico, de algún partido político, un sindicato o
cualquier otra organización social, resultan raras muchas cosas. No es la vida
cotidiana mismamente, en todo caso una concentración, una esencia en frasco
pequeño de nuestros comportamientos normales de los días normales. Y eso
resulta a veces un tanto extraño.
En el libro de Relatos
“Pesadilla en Zocodover” (terminará siendo una verdadera pesadilla el propio
título) nos vamos a ir de Congreso en uno de sus capítulos. Nos vamos a situar,
por primera vez en la vida, en un Congreso estándar, al uso, de los que están
acostumbrados quienes están acostumbrados a asistir a este tipo de eventos,
esos que se mueven como pez en el agua en “el Plenario” “las comisiones”, “las
delegaciones” etc…Para los demás, es decir, para quienes asisten a su primer
Congreso ya les hubiera venido bien que alguien les hubiese facilitado un libro
de instrucciones.
Un ejemplo: siempre hay
una parte de los congresistas que quisieran que todo el mundo estuviera de
acuerdo con el trabajo que han hecho, porque como lo han hecho ellos resulta
evidente que está bien realizado y no resulta razonable que vengan otros, así,
por el morro, a enmendarles la plana. Pero, los “del morro” piensan, sin
embargo, que todo se podría hacer mejor, o, al menos, de otra forma que a ellos
les diera más satisfacción. Estas son situaciones en las que el novato
congresista siempre intenta introducir matices entre la opinión de unos y la de
otros. Craso error, en el caso de que haya matices tendrían que encontrarlos
entre ellos, no va a venir ahora un tercero a corregirlos a todos. En fin, ya os digo, concentrado de la vida
misma.
A un Congreso se supone
que vamos a debatir para “hacer cosas”, y también sobre “qué cosas” y un método
que nos indique “cómo las hacemos” y “quienes”, es muy importante saber quiénes
seremos los que hagamos esas cosas y con quienes las haremos. Igualmente es importante debatir en un
congreso “cuando” haremos esas cosas y cuál es nuestra intención, “para qué las
hacemos”.
Habrá quien diga que
allí se va a discutir de ideas, y algo hay de eso, pero detrás de las ideas
siempre ha de haber realidades. O tal vez no. La verdad es que a veces hay
Congresos del que las ideas salen flotando por el aire, van llenando los
pasillos, las calles, el mundo entero. Luego viene una suave brisa, eleva esas
ideas debatidas hacia cumbres inalcanzables y ya detrás no queda casi nada.
Desde luego no quedan “cosas”.
Al menos...hasta el próximo Congreso.
Un pequeño divertimento
en una colección de Relatos entre los que hay de todo. Ya veréis. Darme unos días
a que termine de salir del horno y hablamos.
Ricardo
G-aranda (@rgarciaaranda)
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