LA COLUMNA DE LOS VIERNES
Nebraska
Para soñar se tiene toda la vida, pero llega un momento en
que sientes que no te queda tiempo para que se cumplan tus sueños pendientes.
Woody Grant tiene que ir a Lincoln, en Nebraska, para cobrar
ese falso premio del millón de dólares. Fuera del sueño seguramente sepa que el
premio no existe, podría limitarse a soñar que no es así, pero necesita su
camioneta nueva y su compresor de aire. Ya no puede conducir ni va a pintar
nada con el compresor, pero para Woody son dos cuestiones necesarias para salir
de su sueño enceldado. No puede quedarse con la sensación de toda una vida en
blanco, y sus hijos tienen que recibir algo de él.
Porque el recorrido a su vida no parece nada satisfactorio,
es posible que para nadie lo sea, solo en los sueños, y ya no queda tiempo, hay
que ir a Nebraska y comprobar de forma directa que es lo real y que no.
Al final, con ayuda, consigue saltar la valla, consigue
llegar más allá, la realidad se acercó al sueño en el punto necesario. El
premio era, efectivamente, falso, pero ¿Para qué necesita el millón? Al fin y
al cabo, consigue su camioneta, su compresor y pasearse ante sus oscuros
paisanos y familiares con la cabeza alta y con su gorra de Prize Winner.
No me gusta la historia que nos cuenta Bob Nelson en esta
película que dirige Alexander Payne. No me gusta, ¿Quién se ha creído que es
para tocar así las narices?
Ya sabemos que la vida puede ser larga o corta, pero siempre
incompleta a nuestro pesar. No importa ir pasando temas a la carpeta de asuntos
pendientes mientras sepas o creas que en algún momento abordaras esos
objetivos, mientras estés seguro de que en algún momento podrás decir a tu
gente que los conseguiste. El problema empieza cuando comienzas a sospechar que
te estás quedando sin tiempo, cuándo abres la carpeta de sueños pendientes y
ves que hay algunos, incluidos los más sencillos, que irremisiblemente se van a
quedar en el aire.
Entonces te esfuerzas, pero ya necesitas ayuda. Alguien que
quiera comprenderte, o, al menos se apiade de ti. Ese es el punto en la vida de
Woody, alguien le ayuda a sacar sus sueños de la celda, a saltar la valla y
tratar de buscar otra posible cara de la realidad. Primero se apiada de él y
luego le comprende: es el gran momento.
Woody Grant lo consigue, cuándo pasea por su antiguo pueblo,
ante la mirada de su antiguo y desagradable socio, de su antigua novia, de uno
de sus hermanos, conduciendo una camioneta que hace unas horas no podía
conducir porque no contaba ni con carnet ni con camioneta, con su nuevo
compresor atrás después de cuarenta años necesitándolo, y con su gorra de
“Ganador”. Su cara expresa la satisfacción de una vida completada. No es
cierto, pero ¿qué importa?, ahora le sobra orgullo para transmitir a sus hijos.
Orgullo y agradecimiento porque, aunque estaba decidido, él sólo no hubiese
podido.
No me gusta esta historia, es triste, muy triste. Pero es
una buena historia. Una maldita gran historia.
Ricardo Garanda Rojas
(rgarciaaranda)
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