Ricardo G-aranda Rojas (@rgarciaaranda)
Hoy voy a escribir
mi columna desde aquí, en medio del campo, en el centro del mundo, sin
internet, sin prensa y con la radio apagada. Olor a hierba recién cortada,
sonido de pájaros que no identifico, flores amarillas y amapolas rojas en los
rincones dónde la desbrozadora aún no ha llegado. Arboles, muchos árboles ya
crecidos, y yo a su sombra, a la sombra de sus verdes y tupidas ramas, a la
sombra del tiempo.
Aquí estoy más
lejos.
Me ha llamado Chón
(que así llamamos los hermanos a mi madre) y mi vieja amiga Ana, y mi nuevo amigo Pedro, y antes de salir
esta mañana de Toledo ya tenía una treintena de mensajes en “Guasá” y en
Facebook. Hoy es mi cumpleaños, cumplo 61, el primer año desde mis 17 que ella
no está para felicitarme.
Por eso me he
venido a Casabas a escribir esta columna.
Aquí estoy más
cerca.
Sesenta y un años
son muchos y no sabemos cuántos quedan. No hay memoria para todo lo que en ese
tiempo nos ha ocurrido, tampoco hay inteligencia suficiente para prever lo que
ocurrirá. Ayer escuché a Antonio Baylos decir que el sindicalismo subsiste
gracias a las pequeñas victorias de cada día, o algo así. Estoy de acuerdo,
pero me permito ampliar, todos subsistimos gracias a esas pequeñas cosas
cotidianas, victorias o aparentes derrotas que terminamos recuperando porque
luchamos, porque amamos, porque vivimos.
Yo admiro a la
gente que ama y lucha todos los días. Conozco a muchos y a muchas y los admiro
porque ofrecen algo importante de sus vidas a cambio de estar aquí, por el
agradecimiento de estar aquí. Hay millones de personas que hacen eso mismo y yo
no las conozco, las admiro igualmente.
Felisita fue una
gran mujer y estaba siempre dispuesta a compensar a los demás como
agradecimiento por estar aquí, en ésta vida que ella entendía maravillosa, a
pesar de las injusticias. Ella siempre decía “qué suerte hemos tenido…” Yo
admiro a esta mujer y me parece una terrible injusticia que no esté aquí
felicitándome por mi cumpleaños.
Rincón de Casabas |
Le he prometido a
Ana que si me pasaba de melancolía llamaba a algún amigo y me iba a tomar unas
cañas. Yo creo que terminaré tomándolas de todas formas, porque aunque nunca me
he tomado muy en serio esto del “cumpleaños”, que menos que unas cervecitas o
un buen vino manchego con algún amigo o amiga de Sonseca. Y hablaremos de cómo
va el mundo, de la desorientación que nos suscita ésta extra campaña electoral,
de la explotación que se produce en tiempos de desesperación laboral, de lo mal
que pueden pasarlo los pensionistas en un futuro cercano, de la vergüenza que
nos produce el maltrato que estamos dando a los migrantes, mezclado todo ello,
con la tontería ésta de las banderas y los pitidos en la final de la Copa.
Por cierto, esto
de la “Copa” es como una fiesta
monárquica dónde el anfitrión es el Rey. Es como si el mundo del fútbol le
rindiera un especial homenaje. No debe ser buen anfitrión el Rey si los
invitados le silban. O tal vez lo que ocurre es que algunos se equivocan de
fiesta.
Así, escribiendo
de nimiedades se me está pasando la mañana de hoy. Tan rápida como la del resto
de los días, de los pasados y de los que vengan.
Gentes conocidas y
desconocidas del mundo, gracias por vivir y por estar aquí, todo sigue para
nosotros.
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