Ricardo Garanda Rojas. (Sonseca, 280517)
“Me fui. Comprobé que todo era igual en todas partes, y volví a casa”
Me desperté lento, tanto que no estaba claro si de
verdad aún no estaba durmiendo. Me sorprendió ver la ventana en ese sitio, no
sé por qué extraña razón, en mi duermevela previo, me había parecido que la luz
del sol me entraba por otro ángulo. Será que con los ojos cerrados cada uno
acude a sus propios espejos.
¿Y ahora?
Recuerdo que hace ya algún tiempo mientras me tomaba
una cerveza en “Tú Vinatería” (que no sé
por qué “tú” si la taberna es de
Juan) pasó por allí un compañero de barra, guardia civil retirado, y le
pregunto ¿dónde vas, amigo? Y respondió claro aunque nada me aclaró: “No sé”.
Yo hoy, mientras asumo, no sin esfuerzos, la posición
de la ventana, tampoco sé.
Siento como si en lugar de haber pasado las horas en
la cama, viniese de un largo viaje de mundos iguales a este, de gentes, aires y
lluvias iguales a estas. Siento como si hubiese estado lejos y ahora hubiera
vuelto porque nada nuevo descubrí.
¿Y ahora? No sé.
Yo tuve, hace muchos tiempos, una compañera que era muy
feliz sabiendo que la ventana no cambia de sitio. Con ella viajé sin moverme, y
me pareció que éramos ambos testigos de mundos bellos, alegres, prometedores.
Pero ella dejó de viajar y ahora yo creo que todo es igual. Puedo volar, porque
yo vuelo, y cambiar de aires, de ambientes. Puedo sumergirme en un enorme
pantano de poesía, puedo mentir descaradamente diciendo que estoy inventándome
una historia para convertirla en un relato, como éste, o en una
novela. Puedo soñar despierto mientras veo un episodio de cualquier serie
policíaca americana en la tele. Puedo interrogar al mundo y esconder mis
propias respuestas.
Todo eso me permite la fuerza propulsora necesaria
para volar, pero me da igual, con esa fuerza puedo ver, que no comprender,
miles de mundos y todos los veo igual. Y yo quisiera ir a algún otro sitio
distinto, pero al igual que a mi amigo de barra, el guardia civil jubilado, no
sé.
Ya ni siquiera me acuerdo del tiempo que ha pasado desde que
me desperté y no sabía dónde estaba la ventana.
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