Ya Pedro Salvador en el prólogo presentación de Evanescentes, proyecto en el que tuve el enorme placer de participar desde mi rincón de poeta, nos presentaba a Daniel como “un buscador inagotable, un creador en permanente superación, un artista…con una sencillez personal admirable”.
Esa sencillez que le hace llamar a sus fotografías
“mis pinturas”. Porque lo que él hace es pintar, mezclar colores, elaborar
tonalidades para las sombras y trabajar la
mancha soñada ante la luz que le reta. Busca lo que el protagonista de
sus fotografías-cuadros le sugiere. Y el protagonista ahora es Toledo.
¿Cuántos Toledos hay?¿Cuántas miles de imágenes, de
visiones de Toledo hay repartidas por el mundo? La mayoría copias de lo que se
ve, que nunca es igual. Y otras, creaciones sobre un Toledo soñado, exigentes
en una estética tan inmóvil como inagotable. Hoy tuvimos la suerte de conocer
en el Circulo del Arte los Toledos de
Daniel López, el “buscador inagotable”.
Son seis fotografías de ése estático Toledo, pero es el fotógrafo, el pintor, quien produce el movimiento. De pronto, en las dos primeras imágenes, tus ojos se despistan con sendos
mosaicos de ráfagas de sombras de colores que rompen la línea perfecta de la
piedra. Para ver después, o no ver, un difuso Toledo, cómo si se tratara de un
sueño que apenas recordamos en el
momento del despertar.
Pasamos, en la cuarta imagen, del sueño a la visión
de un ejército de fantasmas que parecen pretender agregar dudas a una ciudad
que se diría nunca las tuvo. Aunque el autor debe pensar que tal vez sí. Y es
la quinta la más concreta, la que mejor se entrega a la visión del observador
para ser definida aunque todas las definiciones caben. El autor parece haber
decidido en esta imagen traer el océano a la misma base de la ciudad, ocupando
el espacio que por derecho (aunque dudoso en los últimos tiempos) le
corresponde al Tajo. Pero es un océano brusco, enfadado, que parece amenazar a
una catedral ennegrecida por una tremenda sombra que sólo los tiempos y las
culpas han de conocer su explicación. Más allá, el resto de la ciudad parece
quedar bien a salvo de ésta inusual y cromática fuerza de olas.
Resulta inalcanzable el Toledo de estas fotografías
labradas en aluminio. En la última vemos que está allí, a lo lejos, tras los
colores y el blanco melancólico de un autor que nos muestra, en un espacio
colindante al de las anteriores obras, que no ha abandonado del todo su trabajo
sobre los cuerpos de ellas, atrapadas entre sus pantallas trasparentes que las
inmovilizan y parecen frustrarlas en sus deseos de avanzar, de girar tal vez en
sus sueños, tal vez en sus vidas. Es la misma melancolía.
La exposición se llama Serendipias porque las obras
son hallazgos afortunados que Daniel López encuentra jugando con sus
pinceles-teclas. Lo que no nos explica el autor es qué buscaba realmente cuándo
se fue encontrando con estas magníficas imágenes. Muy probablemente buscaba
eso, que fuese Toledo, el protagonista, quien sugiriese el resultado final.
Serendipias permanecerá en el Círculo de Arte de
Toledo durante todo el mes de diciembre y algunos días de enero. Deberíais buscar
un hueco los y las que no estéis lejos y podáis acercaros, vale mucho la pena.
Yo repetiré visita, alguna sombra de la vieja
ciudad, descontrolada de estas imágenes inusuales, se ha venido conmigo y
quiero devolverla.
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