La sangre industrial se mueve lenta y densa por las
venas de esta Villa que conoció, no hace mucho,
un sistema arterial fluido, fuerte, alegre, de gentes que cantaban
fuerte como los hermosos gallos al amanecer, que se arremolinaban como
bandadas de pájaros al mediodía y que
lucían sus caras alegres como señoriales águilas por el trabajo hecho y cobrado
al caer el día.
Ya hacía mucho tiempo que no se llenaban las calles
sonsecanas de bicicletas o “vespinos” . Habíamos llegado al magnífico momento de
los muchos y buenos autos que circulaban por sus ya asfaltadas vías antes, en
medio y después de la jornada laboral. No se ha vuelto a los viejos tiempos,
pero el movimiento masivo de sus gentes ya no se produce ni con dos ruedas ni
apenas con cuatro, no, al menos con la intensidad y en las horas de antes.
Está triste Sonseca, de una preciosa y alegre
primavera de muebles y prendas de textil ha pasado a este invierno lánguido
dónde apenas quedan restos que nos hacen recordar que, efectivamente, hubo
tiempos mejores.
La sangre se mueve lenta, densa ya hasta ennegrecida
por algunos espacios de su cuerpo, y amenaza con un peligroso infarto si desde algún sitio no se
aportan las necesarias dosis de adiro que aligere las células y fluya el
líquido industrial como en sus días hizo. Ahora nos vemos pasando lista de
quienes aún viven y de quienes ya no, de las empresas que a duras penas
aguantan y de las que ya no, de los jóvenes que han tenido que marchar, con
frecuencia lejos, y de los que aún no.
La gente mayor expresa su nostalgia si sabes
mirarles a los ojos, los más jóvenes
parecen desconocer que aún lo son y los adolescentes conocen de los buenos
tiempos por lo que les vamos contando, tal vez piensen que nunca existió la fortaleza industrial y laboral que les
contamos, tal vez piensen que exageramos.
Pero antes de aquellas glorias, incluso en plena
explosión económica, hubo tiempos malos en Sonseca, probablemente peores que
ahora. Ahora no somos una población
boyante, pero no siempre explosionaron las sirenas de las fábricas al mismo
tiempo, en un unísono de triunfo. Incluso cuándo así ya ocurría, los jóvenes de
entonces sufrían el desaliento de la incultura, de un verdadero espacio para
una vida completa. Y esto se superó a niveles de excelencia y se sigue
conservando hasta extremos de sana envidia desde muchos sitios.
En Sonseca se ganó el respeto de una población
formada, culta, que aprecia las artes y
el entretenimiento decoroso. Y eso está consolidado, tendrían que caerse sus muros
y tejados para que se cayera el orgullo alcanzado en estos terrenos.
Sonseca es música, teatro, poesía, cine, fotografía,
pintura, deporte. Sonseca es Arte y mente abierta a las realidades, a los mundos
diversos. ¿Es poco esto?
No es poca esta mochila, hasta en los malos momentos, como podemos definir los
de ahora, un espíritu globalmente culto mantiene inquietudes necesarias para el
desarrollo vital de cada uno y de cada una. Sonseca puede estar deprimida como
consecuencia de su descomunal crisis
industrial, pero sus gentes, especialmente sus jóvenes tienen la suficiente
fortaleza como para ir saliendo, como sea.
Estos días he conocido a un albañil-fontanero que
toca el saxo, y he conocido a un fisioterapeuta que tuvo que cambiar porque la
fábrica de textil dónde trabajaba cerró. Conocemos a cientos que están saliendo
para adelante, con buen ánimo, preparación y energía intelectual…
Tal vez Sonseca está triste por su depresión
industrial, pero sus gentes nunca le han perdido el ritmo a la vida, y eso es
mucho.
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