He estado en Anchuras este fin de semana. He saboreado el
recuerdo de una victoria. Hace unos cuantos años, mezclando mi sudor, mi rabia
y mi esperanza con los anchureños y las anchureñas. Y ganamos. La victoria de
la lucha. La victoria de la razón popular.
El sábado 21 de julio último, en la plaza de Anchuras canta
Luis Pastor. Se celebra aquella victoria de una lucha que comenzó hace 30 años
y acabó hace 20. Diez años entre dos decretos en el BOE, el que declaraba la
zona objeto de un campo de tiro de la aviación y el que reconoce que todo fue
un tremendo error. Diez años de lucha popular contra la estupidez de unos
gobernantes que pensaban que podían hacer lo que les diera la gana en esta
zona. Y lo que es peor, sin tener nada claro cuál era la verdadera necesidad.
Ignoraron a la población, a la gente, a los ciudadanos y
ciudadanas. Infravaloraron la fuerza que esta gente podía tener. La fuerza de
la unión, de la asociación, del sentido común y de la justicia. La fuerza de la
lucha organizada. ¡Incompetentes!.
Yo sí, pero ni siquiera todos los que participaban en aquella
batalla creían que realmente se podía ganar. Pero aquella lucha por algo tan
justo tenía mucho valor en sí misma, al margen del resultado. Ese fue su gran
secreto, valía la pena, era atractiva y fue juntando a mucha gente de distinto
“pelaje” unidos por un objetivo claro.
Ahora, 30 años después del inicio, Santiago Martin (¡¡sigue
siendo el alcalde!!) entrega unas placas conmemorativas reconociendo esfuerzos
y compromisos. Algunas organizaciones no saben mostrar su agradecimiento y,
simplemente, no acuden.
Una de las razones, imagino, por la que eligieron aquella
zona para tan canalla destino fue la de que aquel rincón estaba lejos. Se ve
que para algunos responsables políticos y de organizaciones sociales sigue
estando igualmente muy lejos.
A mí me parece que hay quienes no comprenden aún que la foto
en la prensa puede servir para llamar adecuadamente la atención, pero siempre
fue poco para iniciar una lucha y sigue siendo muy escaso para celebrar una
victoria. A veces estamos muy prestos para lamentarnos y quejarnos, normalmente
con razón, de las derrotas, de las causas perdidas, y cuándo hay un éxito al
final del camino no sabemos celebrarlo y lanzar el adecuado mensaje que sólo
los vencedores pueden divulgar.
Hay que estar en la Plaza del pueblo con el Pueblo.
¿Suena a viejuno esto que digo? Seguramente, y la razón es
que yo ya soy un poco viejo, por eso estuve allí con muchos otros, algunos tan
viejos como yo y otros que directamente no han llegado hasta aquí. Algunos muy
buenos amigos míos, compañeros de lucha en cualquier caso.
Estuvimos allí y ganamos. Y no lo hicimos en nuestro nombre
propio sino en el de un colectivo con siglas. Por eso yo ahora me pregunto, temiéndome la peor respuesta:
¿El problema es que haya envejecido yo o que lo haya hecho el colectivo con
siglas?.
Pero esto es otra historia. Lo importante es que
recordemos la lucha de ANCHURAS como esa batalla que duró diez años y en la que
la continua movilización pueblo a pueblo, camiseta a camiseta, venció a las
decisiones de despacho de los gobernantes de Moncloa y de Fuensalida.
Y participamos muchos cientos, muchas miles de personas. Con
un pueblo delante. Con un líder indiscutible, su alcalde. Santiago, hijo de
Amancia, la mujer peleona que parió a cuatro peleones y uno de ellos sigue
siendo el Alcalde. Y yo estuve allí, celebrando y disfrutando y defendiendo
(aunque ya vaya siendo viejo) que siempre hay una lucha por ganar.
No sé dónde estaban los demás, pero ellos se lo perdieron.
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