Ricardo G-Aranda (@rgarciaaranda)
Gracias Milagros por ese final. Conceptualmente, mi Casabas es algo muy parecido a Los
Alcornocales de Laura.
Acabo de terminar de leer “En
el Corazón de la Lluvia”, de Milagros
Frías, pero no voy a hacer una reseña, ni una crónica literaria, ni una
crítica en un sentido u otro. Hay gente que sabe analizar las obras con ese
fin. A mí no me interesa, al menos con esta.
La soledad de cada uno es un fantasma
invisible que nadie conoce más que quien la posee. La soledad de
cada uno y cada una siempre tiene nombre: el de quien la sufre o la disfruta, el de quien la desea o aborrece.
Laura gestiona una inmensa soledad aún estando rodeada de gente amable y
cariñosa. Yo soy uno de esos millones de potenciales lectores que conoce el
nombre de su soledad por mucha gente que haya a mi alrededor. Y vivo como
Laura, en el campo.
Pero, al igual que la protagonista de la
novela de Milagros, yo también sé
que no estamos solos por estar aislados, sino al revés, el aislamiento suele
apetecer cuando el fantasma nos rodea con su inconfundible murmullo.
Salir de ese agujero o no, a veces puede
apetecer, otras no y, con frecuencia, no se tiene el asunto claro. Dejarse
llevar, permitir que ese estado de aislamiento te arrulle en cada uno de los
momentos del día y de la noche, “La vida
te va llevando como una pluma que el viento arrastra sin esfuerzo…”. Milagros Frías ha querido compadecerse
de su protagonista. Cuenta un año de su vida, tiene 41 cuando la historia se
cierra. Queda demasiado por delante como para dejarla abandonada a su suerte.
Pero existen las soledades de los
personajes reales y no hay novelista en el mundo que pueda decidir sobre ellas.
Están ahí, son al menos tan reales como esos personajes, tiene sus nombres y
contaran los días sin tener claro si quieren ser salvados o no, sean cuales
sean sus reivindicaciones al respecto.
“En el Corazón de la Lluvia” es una buena
novela. Es una historia contada en algo más de trescientas páginas y ubicada en
un pequeño pueblo de la Galicia de gentes amables. Pero la esencia especial de
su autora se derrama sobre los ojos, la mente, el alma del lector en sus
últimas páginas, en sus últimos capítulos.
“Hay
noches en las que sueño con Blake, está en mi vida aunque no duerma conmigo”. Que suerte
tiene Laura.
Decidió su nueva soledad porque la
anterior no le gustaba, pero siempre pudo guardar alguna carta y los
acontecimientos la premiaron porque en la historia de Milagros podían ocurrir una cosa o la contraria.
Podría haber cambiado de vida
voluntariamente, podría igualmente vivir en el campo por decisión propia. Pero
¿y si no hubiera podido elegir su soledad? Peor aún. ¿Y si fuera imposible que
Blake pudiese regresar? Con la esperanza se soporta todo mejor.
Gracias Milagros, me ha gustado tu novela. Gracias Milagros por mantener la esperanza en tu historia aunque en otras
no sea posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario