Está bien esto de la
Navidad. La ventaja de las liturgias es que no tienes que pensar ni decidir
gran cosa, haces y ya está. Eso está bien, ¡qué paliza tener que pensar!...y
sentir.
Como mucho tendrás que
aceptar lo que otros ya han decidido por ti: dónde tomarás las migas, dónde te
tocará cenar y con qué parte de la familia. Son unas fiestas cómodas. A mí me
gustan por eso y porque ves a la gente tan feliz, tan contenta. Da gusto.
Además, tienes la
oportunidad de disfrutar de cosas agradables: una coral recorriendo las plazas de
Toledo (que bien lo hacen las chicas y los chicos de la Coral Contrastes de
Sonseca). Una Pista de Hielo para el Patinaje. Luces de colores por todas
partes. Comidas exquisitas por triplicado…Son fiestas muy felices.
Pero lo más importante
es que nuestra conciencia se relaja y nos da menos la lata, que bastantes
preocupaciones nos aporta durante el resto del año.
Por ejemplo, en
Navidades parece un buen momento para olvidarse del hecho de que miles y
millones de gentes cenan solas todos los días del año ¿Y vas a cenar sola o
solo? Preguntamos extrañadísimos a quienes no tienen muchas posibilidades de
cenar en compañía, simplemente porque no la tienen.
Aún más, podemos ser
felices olvidando que hay también miles y millones de familias que estas noches
solo tienen eso: compañía. Pero nada que llevarse a la boca. Tal vez en un
contenedor de basura puedan encontrar sabrosas cabezas de langostino o una pata
de cordero a medio pelar. Es lo que generosamente les ofrecemos.
(Esto
empieza a ser incómodo, tal vez no debieras seguir leyendo.)
También nos viene bien
relajarnos en estas fiestas con esa contaminación que inunda los mares y
océanos: toneladas de plástico en forma de vasos y platos que envenena nuestro
entorno natural y mata a nuestra fauna. En otras fechas tal vez, pero ahora
¿Cómo vamos a renunciar a unas migas o a un plato de arroz o de costillas con
patatas por el simple e irrelevante hecho de que nos lo sirvan en plato de
plástico. O una cervecita, un vinito en vaso de plástico, yo diría que hasta
sabe bien, aunque si no es así no importa, estamos en Navidad. Ya seremos exquisitos después de Reyes.
No quiero parecerme a
Grunch, de verdad, me gusta que la gente se divierta y se lo pase bien. A mí
también me gusta hacerlo. Y no pretendo ser agorero, que los poderosos dioses
me libren. Pero toda mi vida he sospechado que unas fiestas definidas como las
del amor y la amistad podrían celebrarse de otra manera, con muestras más
claras de ese amor y esa solidaridad. Cierto es que, además de quejarme, nunca
he hecho gran cosa para colaborar en que esto cambie. Yo tampoco.
Únicamente me niego a usar el plástico.
Felices fiestas, y no
me hagáis caso, total las cosas son así…¿para qué cambiarlas?
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