Todos somos exiliados o exiliadas cuando hemos de irnos de nuestra casa, de nuestra tierra, de nuestro País. En contra de nuestra propia voluntad. Obligados por otros…
@romerojl |
Nos echan
por nuestras ideas sociales y políticas, por nuestra religión o la ausencia de
ella, por nuestras realidades sexuales, de color de piel o de salud, porque nos
dejan sin trabajo y sustento. Nos tenemos que ir porque nuestra vida peligra, o
la de los nuestros. Nos vamos porque hay gente que tiene el poder inmenso de
amenazar nuestra existencia y hemos de buscar sitios más seguros.
En
cualquier momento cualquiera de nosotros podemos convertirnos en un exiliado o
una exiliada. Tal y como funciona esto nadie está libre de ésta posibilidad.
Y, si eso
ocurriera, ¿dónde vamos?
Porque si
nosotros mismos, los que creemos erróneamente estar a salvo de éste drama, le
pedimos o permitimos a nuestros gobernantes que cierren con mil cerrojos las
“Fronteras de la Patria”, sufriremos el desastre cuándo nos toque.
O es que ni siquiera llegamos al punto humano de
comprender que esa persona que sola o con su familia soporta la persecución, el
hambre, el odio, la violencia, el desempleo, sin tener dónde ir, dónde
encontrar protección, que esa persona podemos ser nosotros mismos, mañana,
ahora mismo…
¿Por qué
no nos identificamos? ¿Porque nosotros aún tenemos lo que ellos ya no tienen?
Qué poca cosa para marcar una diferencia tan grande.
Denegar
ayuda a quien la necesita por razones de economía de estado se convierte en el
gran fracaso de la humanidad. Si ni siquiera hemos avanzado lo suficiente como
para conseguir sitio para todos es que hemos avanzado muy poco, tal vez incluso
hayamos retrocedido.
Pero esto
ya lo sabemos. Lo que se nos olvida con facilidad, repito, es que cualquiera de nosotros mañana, hoy mismo,
podemos ser expulsado de nuestra cueva y nos gustaría creer que tenemos otro
sitio dónde ir…
Es lo que
tienen las patrias, que por muy difícil que, a veces, sea salir de la tuya en
conflicto, más complicado aún es entrar en otra en paz.
Somos unos
incompetentes, hemos hecho un mundo troceado y hemos puesto límites a nuestras
propias vidas…
Si solo fuera hambre
Si solo fuera
hambre,
pero es miedo
lo que traen.
Miedo a la vida
Que les huye,
y a la muerte
que les persigue
con obsesión
emboscada
en las sombras
del camino oscuro
de puertas
cerradas.
Si solo fuera
hambre,
pero es muerte
y miedo
lo que traen.
¿Quien paga ésta
miseria cautiva?
¿Qué precio tiene
este hambre,
este miedo,
esta muerte?
Pan, abrazo, vida.
Pero nadie paga
esta moneda
y la valla y la
jaula
son la respuesta
al maldito ahorro
de estos tiempos
de distancias
cortas
y baldías.
Fuimos a por ellos
un día
y ahora ya no
sirven
en el balance
de nuestra
economía.
Huyen del odio
que les mata
y encuentran
miradas
que les desprecia,
hijos ya torcidos
tras los vientos
del horror en las
raíces
de su vital
aventura,
hijos ya
humillados
por la furia del
hombre
y su locura.
Texto y Poesía de Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)
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